Dentro de las distintas complicaciones que pueden aparecer luego de llevar una diabetes mal tratada, existe una bastante delicada que afecta nuestro sentido de la visión: La Retinopatía diabética.
En «Los peligros de una diabetes mal cuidada» les explicamos lo qué son los órganos blancos: aquellos órganos cuyos tejidos no necesitan de insulina para absorber la glucosa. Entonces, cuando hay un exceso de azúcar en la sangre, éstos pueden «intoxicarse» con ella provocando serios daños al órgano en cuestión. Pues bien, células de la retina son uno de esos órganos blancos.
Ahora bien, antes de seguir profundizando, es importante entender la mecánica de nuestro globo ocular.
¿Cómo funciona nuestra retina?
La retina es una membrana que cumple la función de una pantalla pequeña que se encuentra en la parte posterior del ojo. Ahí se proyecta todo lo que miramos. Las pupilas, que están en la parte anterior de nuestros ojos, actúan como pequeñas cámaras que capturan lo que observamos. Algo así como el lente de una cámara de foto o televisión.
Entonces, nuestros ojos actúan como un verdadero sistema de televisión donde las pupilas captan y proyectan las imágenes en la retina, las que luego son transmitidas al cerebro para que las interpretemos.
Cuando la glucosa se encuentra elevada por períodos prolongados, nuestra pantalla (retina) se deteriora y esto es lo que conocemos como retinopatía.
¿Por qué se deteriora la retina?
La retina necesita una cierta cantidad de sangre para funcionar normalmente. Cuando los niveles de glucosa son muy altos, las pequeñas arterias y capilares que alimentan de sangre nuestra retina comienzan a lesionarse lentamente. Existen casos en que estas lesiones avanzan hasta invadir la sustancia gelatinosa del ojo, conocida como humor vítreo, generando pequeñas hemorragias y agravando la situación. Si estas hemorragias no se detienen a tiempo, la retina se desprende y perdemos el sentido de la vista.
La retinopatía diabética es más frecuente en personas con diabetes tipo 1, sin embargo, también la sufre un gran número de personas con diabetes tipo 2. En ambos casos, esta complicación está asociada a un mal control de la glucosa.
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Fuente: «Diabetes sin miedo, aprender para no temer» de León E. Litwak.